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lunes, 30 de septiembre de 2013

Ecos de Coloya Octubre de 2.013 pagina 22

¿Qué es la vocación religiosa?


Una monja se arrodilla en un cementerio y consuela a un niñito en sus brazos.
Nosotros la llamamos “hermana”.
Cristo la llama “novia”.

Al igual que la humilde doncella de Nazaret, ella es madre virgen y su nombre siempre es “María.”

Desde los albores del cristianismo, el número de vírgenes consagradas ha sido incontable.

Vestidas de blanco o negro, gris, café o azul, ya trabajando en el apostolado activo, ya escondidas dentro de los silenciosos muros de un claustro, la misión de una monja en el mundo es singular, única.

Una vez una Virgen parió, cuidó y sirvió al Salvador del mundo y se convirtió en la madre de todos los redimidos.

En un sentido muy real, la monja, gracias a su vida de consagración, también sustenta y sirve a los miembros de Cristo en su Iglesia.

Este carácter maternal, entonces, es uno de los atributos más bellos de la religiosa.

Debemos recordar que Dios puede escoger a cualquiera; pero no escoge a una joven porque sea buena y piadosa, sino porque Él es bueno e infinitamente misericordioso.

Los apóstoles, después de todo, fueron hombres rudos, incultos, tercos: fueron pecadores.
Por supuesto, la vida en el convento no siempre es fácil, pero, si a eso vamos, tampoco lo es la vida de matrimonio.

La religiosa sigue los pasos de Jesús más de cerca que el cristiano ordinario.

 Como su novia, ella comparte los intereses de su Sagrado Corazón, y, al igual que Él, vive en la pobreza, la simplicidad, la pureza y la humildad.

En unión con Él, se sacrifica para la salvación de las almas.

Una monja se arrodilla en oración en la capilla del convento En este mundo moderno, donde el pecado y la ingratitud nuevamente le crucifican.

¿CÓMO SABE UNA JOVEN SI ES LLAMADA POR CRISTO PARA SER MONJA?

Ningún ángel le anunciará su vocación.

Existen ciertas condiciones absolutas para una vocación, sin las cuales se puede estar segura de que Dios no la está invitando a entrar al convento.
SEÑALES INCONDICIONALES.
Buena salud: puesto que la vida religiosa exige grandes esfuerzos físicos, es necesario tener buena salud.
Talentos ordinarios: debe tener al menos habilidades ordinarias para seguir una vocación.

Independencia razonable: si está obligada a cuidar de sus padres, por ejemplo, no está libre para entrar al estado religioso.

Piedad normal: si no tiene, cuando menos, una devoción ordinaria a las prácticas religiosas, difícilmente puede esperarse que esté dispuesta para las extraordinarias prácticas religiosas.

OTRAS SEÑALES:
Un espíritu de sacrificio: la capacidad para poder abandonar los bienes inferiores, aunque más atractivos, a favor de los bienes superiores y espirituales.
Un espíritu de celo: aquella forma especial de la caridad que inspira a querer hacer algo para salvar almas.

Un espíritu de desinterés: el poder que capacita a una persona para estar en el mundo, pero no ser del mundo; para controlar las emociones y, si es necesario, suprimirlas.
 Esto es imprescindible para un llamado al celibato.

Un deseo de ser religiosa o una convicción de que entrar al estado religioso es el camino más seguro para salvar el alma.

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