Los burros que comían melones.
Una
vez en un pueblo del Norte del Tolima, hace muchos, pero muchos años, un
alcalde prometió a sus parroquianos solucionarles todos los problemas
cotidianos, especialmente los del agua.
Con
el paso de las vigencias presentes y fututas, los problemas se fueron
agrandando y se convirtieron en una carga pesada.
El
pobre alcalde, muy triste y apesadumbrado, meditaba en silencio.
Estando
en esas, observó como un campesino del entorno, feliz a la cola de un burro,
cargaba sendas pimpinas con agua, para la gente de su vereda.
Y
el mandatario se dijo, esta es la solución.
Le
compro el burro y lo contrato a Usted para que traiga el agua, a los
parroquianos del pueblo.
Yo
el burro no lo vendo, porque el no solo me soluciona el problema de agua, sino
todos los problemas que tengo, me transporta, me carga la leña, me carga el
mercado, me distrae y es económico.
Sorprendido
el alcalde con las habilidades del burro, decidió viajar por la comarca y
contratar unos burros que comían melones, para solucionar los problemas:
económicos, financieros jurídicos y administrativos del pueblo.
Cuatro
burros a cinco melones cada uno, son veinte melones al mes, en un año
doscientos cuarenta melones y en cuatro años 960 melones.
Bastantes
melones, para ser pagados con los impuestos del pueblo y para unos burros que ni
siquiera son de por aquí.
Con
el valor de esos melones:
¿Cuántas calles se podrían pavimentar?.
¿Cuántos almuerzo escolares se podrían
repartir?.
¿Cuánto transporte escolar se podría
contratar?.
¿Cuántos menores de edad se podrían
vacunar?
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