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Ruinas de Coloya

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lunes, 30 de septiembre de 2013

Los burros que comían melones.


Una vez en un pueblo del Norte del Tolima, hace muchos, pero muchos años, un alcalde prometió a sus parroquianos solucionarles todos los problemas cotidianos, especialmente los del agua.

Con el paso de las vigencias presentes y fututas, los problemas se fueron agrandando y se convirtieron en una carga pesada.

El pobre alcalde, muy triste y apesadumbrado, meditaba en silencio.

Estando en esas, observó como un campesino del entorno, feliz a la cola de un burro, cargaba sendas pimpinas con agua, para la gente de su vereda.

Y el mandatario se dijo, esta es la solución.

Le compro el burro y lo contrato a Usted para que traiga el agua, a los parroquianos del pueblo.

Yo el burro no lo vendo, porque el no solo me soluciona el problema de agua, sino todos los problemas que tengo, me transporta, me carga la leña, me carga el mercado, me distrae y es económico.

Sorprendido el alcalde con las habilidades del burro, decidió viajar por la comarca y contratar unos burros que comían melones, para solucionar los problemas: económicos, financieros jurídicos y administrativos del pueblo.

Cuatro burros a cinco melones cada uno, son veinte melones al mes, en un año doscientos cuarenta melones y en cuatro años 960 melones.

Bastantes melones, para ser pagados con los impuestos del pueblo y para unos burros que ni siquiera son de por aquí.

Con el valor de esos melones:

¿Cuántas calles se podrían pavimentar?.

¿Cuántos almuerzo escolares se podrían repartir?.

¿Cuánto transporte escolar se podría contratar?.

¿Cuántos menores de edad se podrían vacunar?

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